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Terceras vacaciones

De todo lo que se dijo ayer en el debate de investidura me quedo con una frase de Albert Rivera dirigida a Pedro Sánchez: ” No apueste usted por unas terceras vacaciones”.

Además de la carga irónica que conlleva esa frase dirigida a un político que se ha paseado y fotografiado en diversas playas de España durante este verano en el que el resto de sus colegas han sido más discretos, la frase de Rivera conlleva una cierta carga de dignidad porque coincide con la sensación que muchos ciudadanos tienen en relación al espectáculo que están dando los partidos políticos ante una ciudadanía que todas las mañanas se levanta para ir a trabajar, mientras que muchos de ellos se están tocando el bolo a dos manos con un buen sueldo garantizado.

Sólo hay que ver a algunos ejemplares, que en su puñetera vida habrían superado un proceso de selección para conseguir un trabajo de mileurista, y que ahora exhiben una cara de felicidad notable porque son diputados de a dos mil novecientos euros, por no hacer nada.

No es demagógico afirmar que los parlamentarios electos en estas circunstancias de interinidad hacen negocio cada vez que se repiten elecciones.

Durante los meses en los que el parlamento no puede legislar porque no está permitido que un gobierno en funciones tome ese tipo de iniciativas, no hacen nada pero gastan en dietas, viajes y diversas mamandurrias.

Además conocen las disposiciones que contemplan su estatus y las consecuencias de una disolución de las cámaras que les volverá a suponer una indemnización de unos tres mil quinientos euros, que no es una mala paga de beneficios para estar de vacaciones.

En este aspecto la cosa no tendría más importancia que la de mantener a una nueva clase de parásitos, que siempre germinan en torno al presupuesto público y que según dijo una eximia ministra socialista es un dinero que no es de nadie.

La culpa no la tienen los diputados en general sino sus dirigentes, algunos de los cuales quieren seguir de vacaciones mientras sus palmeros jalean irresponsablemente esa actitud porque saben que tiene garantizado el sueldo, las comidas de trabajo aunque no trabajen, los coches, los vales de taxi y los viajes al extranjero.

Algunos sinvergüenzas llamarán a estos gastos “el chocolate del loro” pero cuando un inútil encuentra un chollo, no lo suelta ni con aceite hirviendo.

Hoy no he querido hablar de un tema mucho más importante como es el interés general de España y sus hombres y mujeres, porque de ese asunto Pedro Sánchez no tiene ni puta idea.

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