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Donde las películas no se ven, se viven

El invierno se acerca y en Londres ya tenemos que empezar a pensar en resguardarnos del frío. Uno de los planes que nunca falla las tardes de invierno es el cine, un compañero del que ya hemos hablado en otras ocasiones y que no nos va a fallar durante la época más fría del año. Tras guardar las tumbonas y las cestas de picnic que hemos utilizado este verano para ver los clásicos de la gran pantalla sobre el verde londinense, el cine nos hace trasladarnos a otros escenarios en los que no echaremos en falta el sol.

En esta ciudad que siempre nos sorprende con su originalidad e innovación, el cine debe hacerse un hueco, debe adaptarse a este continuo cambio en el que nuevas modas surgen cada día. Las ideas más extravagantes y originales son una apuesta segura en un sitio donde a veces, parece que todo esta inventado. Las nuevas tecnologías están a la vanguardia en nuestro día a día y nuestro tiempo libre, pero en esta ocasión, el cine nos va a mostrar que no siempre son tan imprescindibles. El cine es capaz de hacer más entretenido su entretenimiento utilizando su mayor recurso, su público. Hoy podemos pasar de ser meros espectadores a convertirnos en protagonistas. Ir a ver una película deja de ser el típico y socorrido plan del domingo por la tarde para convertirse en un lugar sorprenderte en el que poder conocer gente, bañarse en un jacuzzi o hasta montar una coreografía.

En lugar de elegir entre una película, musical o teatro en el Prince Charles Cinema tenemos todo a la vez. Los amantes de las películas musicales han encontrado su sitio. Con su Sing-a-long-a los asistentes podrán disfrutar de clásicos como Grease o Moulange Rouge siendo uno más en la historia. A la entrada el público recibe varios accesorios e instrucciones que usarán a lo largo de la actuación mientras que la película cobra vida con actores y se recrean los bailes y canciones. Ahora no solo podrás ver el baile de graduación del Riddle High School, si no que podrás participar en él.

Los que se nieguen a asumir que el verano ha terminado y echen de menos el calor no tendrán problema, ya que tenemos el Hot Tube Cinema, donde las películas se ven desde un jacuzzi. Un modo de conocer gente y disfrutar del cine rodeado de burbujas, además de pasar un buen rato entre conga y conga cuando termina la película y la música comienza a sonar.

Los cinéfilos que prefieran el misterio y verse dentro de la película pueden acudir al Secret Cinema. Una vez al mes se proyecta una película en un lugar secreto que no se conoce hasta días antes de su proyección. El público compra la entrada sin conocer donde verá la película y como será ese escenario. Hasta ahora sus espectadores han viajado desde el ' Gran Hotel Budapest' hasta el año 1955 con el famoso DeLorean de Regreso al Futuro ¿Quién sabe cuál será próximo paradero secreto que habrá que guardar?

Como podemos ver, ir al cine puede ser mucho más que sentarse a ver el último estreno, puede ser un modo de diversión en el que participar de manera activa. No necesitamos unas gafas 3D para vivir una película más cerca que nunca y trasladarnos a otras realidades, porque ahora podemos ser parte de ellas. Parece ser que aun que los ordenadores y teléfonos sean los favoritos de la sociedad, lo clásico aún tiene muchas cosas que ofrecer porque, como se suelen decir, los clásicos nunca mueren y todo apunta a que el cine aún tiene mucha vida por delante.