Con nuestro ejército tenemos un complejo antiguo y todavía no resuelto. Tal y como sostenía Sánchez Albornoz, la Historia de España es una continua "guerra civil" entre hermanos, y por eso nunca sabemos quiénes fueron los nuestros. Ese es el error: todos fueron los nuestros. Fuimos tan romanos como numantinos, tan musulmanes como cristianos, tan godos como nazaríes, tan republicanos como monárquicos. Somos esa mezcla imperfecta de mucho dolor como para pensar en una solución única a nuestros conflictos. Lejos de sentirnos ganadores podríamos pensar que somos perdedores con plena memoria histórica.
Esa "vergüenza" nos lleva a no estimar en su valía el esfuerzo de las tropas españolas, aquellos que lucharon da igual el bando pero que dieron lo mejor de sus vidas para llegar a Flandes, a América, a Filipinas y a África. Este asunto en Francia lo tienen resuelto a la perfección, en el Museo de la Guerra de París, en los Inválidos, muestran su historia militar sin complejos, y junto a Pétain aparecen héroes de la resistencia antifascista.
Aquí no, insisto, porque en el fondo a los ministros de Defensa les importa un pito la Historia Militar. Este nuevo Museo no rinde el homenaje debido a los caídos en Annual, apenas un recuerdo lejano del Regimiento Ceriñola 42 que tan ilustre actuación tuvo (unidad militar que se disolvió tiempo después, sería tan impensable como si Estados Unidos liquidara el VII de Caballería).
El remozado Alcázar de Toledo, idea de Bono y obra de la ministra Chacón, ha cerrado a cal y canto la cripta dónde están los restos de sus defensores, y también de aquellos que años más tarde quisieron ser enterrados allí. Es el caso de mi tío abuelo el general Víctor Martínez-Simancas al que quise visitar el sábado y me dijeron que "ya les avisaremos de lo que pensamos hacer con los que están en la cripta". Él fue un hombre bueno y un mejor soldado, ni él ni los demás se merecen este olvido "des-histórico".
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