La idea de "grupo" aporta pues, seguridad, calidez y complicidad pero cuando el "grupo" se convierte en "masa" la cuestión cambia y, confieso que ya me gusta menos. Quizás por ello me asusta un poco las largas tardes de fútbol que nos esperan. La de ayer fue, por lo visto, el aperitivo, la antesala de las largas, larguísimas tardes de fútbol que amenazan nuestro verano.
Ni qué decir que el fútbol no me gusta, pero entiendo que es un deporte que a algunos entusiasme, que genere afición, y que para cada cual su equipo sea un elemento de identificación. Hay quienes se identifican con una ONG que lucha contra el cambio climático y otros con su equipo de fútbol sin que ambas cuestiones sean incompatibles. Comparto la alegría de mis amigos cuando muestran su satisfacción por el triunfo de los suyos. Entiendo, como no, esa alegría. Lo que ya no comparto es la "masa" que en muchas ocasiones de manera absolutamente alocada se entrega con mimetismo compartido a lanzar gritos hercúleos vengan o no vengan a cuento. Me cuesta identificarme con esa alegría desmesurada y vulgar que consiste en disfrazarse con bufandas y pintadas en la cara y todo ello aderezado con cervezas y puros interminables dándose abrazos y besos gentes que nunca antes se han visto y nunca después se verán.
Pero no, no voy a cebarme con las tardes de fútbol porque estos fenómenos que congregan "masa" son diversos. Desde inmensos conciertos, a charlas de predicadores o supuestas apariciones marianas son fenómenos que logran atraer a personas que una vez reunidas se diluyen a sí mismas para formar parte de la "masa" capaz de entrar en estado de histeria y oír voces donde sólo hay silencio.
Me gustaría, aunque sólo fuera por un rato, formar parte de una "masa" y saber que se siente lanzando gritos descomunales o creyendo que estas a punto de levitar. Dicen los expertos que estos acontecimientos son un gran desahogo social, una forma de salirse de la rutina, es decir, de olvidar las penas, que dicho así nos entendemos mejor. Y digo que me gustaría poder disfrutar de las tardes de fútbol _entiéndanlo como metáfora_ porque no deja de producir una pizca de vértigo el sentirse ajena y distante a la "masa" que congrega a cientos de miles de ciudadanos. Es muy complicado, en determinados ambientes, no emocionarse con el fútbol o confesar que nunca has pertenecido a un club de fans de esas que esperan horas y horas y quieren un hijo del cantante de turno.
Ya en el terreno estrictamente profesional, no pertenezco a ese tipo de periodistas que saben de todo. No. Sólo se de algunas cosas y tengo la suerte de que nadie me obliga a saber de fútbol, por eso me limitaré a comprobar como la "masa" se repite a sí misma con la mirada y la atención puesta en un libro como, por ejemplo, "Superar la Adversidad", de Luis Rojas Marcos.
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