Todo lo que existe bajo el sol se divide en dos grupos: la buena y la mala gente.
No creo que encontremos otra diferencia sustancial entre los seres humanos porque el resto de cualidades o despropósitos que nos acompañan desde que nacemos hasta que la palmamos son accesorias, y no es que desprecie la inteligencia u otras habilidades, que como todos sabemos están muy mal repartidas, pero los únicos tropiezos irreparables que perpetramos a lo largo de nuestra vida son los que hacen infelices a los demás, y por ende, a nosotros mismos.
Hace años, cuando daba clases de periodismo en una universidad de Madrid, se me ocurrió decirles a mis alumnos que existen dos profesiones imprescindibles en democracia, que son muy peligrosas si se ejercen con indignidad: el periodismo y la judicatura, porque el primero te puede quitar la fama injustamente, y la segunda, la libertad, si sus ejecutores se consideran impunes.
Ayer escuché decir a un jurista – Eligio Hernández, ex fiscal general del estado con el Psoe – que el oficio de juez hay que ejercerlo, al menos, con apariencia de independencia y que cuando uno de ellos decide pasar a la política activa, no debe regresar jamás la judicatura. Puede trabajar de abogado defensor de cualquier causa, pero no como el que tiene la posibilidad de condenar al reo.
Algunos jueces pueden en un momento tener la tentación de suplantar a Dios o al diablo, porque cuando se tiene tanto poder es difícil sustraerse a la tentación de ejercer con los poderes de uno de ellos dos.
Algo similar le sucede a algunos periodistas que a veces ponen en cuestión, sin pruebas o sin alma. la fama de las personas.
En la vida existen otros profesionales que te pueden robar el dinero – una actividad en la que se han especializado demasiados servidores públicos – o perjudicar tu salud, y hay otros que pueden llenar tu vida de tristeza, pero los peores son los que te quitan la fama y la libertad , en el más estricto sentido calderoniano, que son patrimonio del alma y , vete tú a saber si también… de Dios.
Estas reflexiones me las han sugerido lo que decía el ex fiscal canario, que conoce bien a la jueza en excedencia, hoy diputada de Podemos, Victoria Rosell, cuyas actuaciones como magistrada han sido unas veces irregulares y otras excéntricas o crueles, pero siempre teñidas de sectarismo político.
Un juez debe parecer imparcial aunque algunos no disimulan su odio por el justiciable.
Aquel aforismo que rezaba “odia el delito y compadece al delincuente” es posible que lo escribiera un poeta que, como todos los soñadores, debía estar equivocado.