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Los cisnes negros de Sánchez: necesidad, derogación integra y rating
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Los cisnes negros de Sánchez: necesidad, derogación integra y rating

viernes 22 de mayo de 2020, 13:22h
El presidente quería ganar en el Congreso y sin ERC, Bildu era la “carta secreta”. Ordenó la jugada y se equivocó la jugadora

Sin esperarlo, Pedro Sánchez se ha encontrado con sus “cisnes negros”, tres problemas políticos y económicos de primer nivel. Todo por cuatro palabras. La primera: necesidad; la segunda: derogación; la tercera: íntegra; la cuarta: rating. Al Gobierno se le han roto las costuras.

El presidente quería ganar en el Congreso y sin ERC, Bildu era la “carta secreta”. Ordenó la jugada y se equivocó la jugadora. El “croupier” europeo amenazó con cambiar el “rating” y Calviño dijo que se iba. En unas pocas horas todo el andamiaje político amenazó con derrumbarse. La estructura está débil. Se nota y la notan.

Derogar la reforma laboral que hizo el Partido Popular, sin adjetivos, ni añadidos que explicaran su alcance estaba y sigue estando en los acuerdos entre el PSOE y Unidas Podemos de los que nació el actual Gobierno. Derogar y punto. Se entendía y entiende que derogar es “dejar sin efecto una norma jurídica “. Por lo menos era lo que entendieron Pablo Iglesias, Alberto Garzón y los suyos.

Desde el PSOE, posiblemente, entendieron lo mismo pero con la segunda parte de la definición en la cabeza : “... o cambiar parte de la misma”. Eso explica las palabras del ministro Avalos sobre los “aspectos más lesivos” de la Reforma laboral que realizó el Gobierno de Mariano Rajoy; y el resorte al que se agarran la vicepresidente Calviño y otros miembros del Gabinete para intentar salir del atolladero al que les ha llevado la portavoz Adriana Lastra.

Es la interpretación literal y completa de ese verbo transitivo lo que llevó a los representantes parlamentarios de de Unidas Podemos y de Bildu a introducir una nueva palabra en el acuerdo tripartito: “ integra”, sin que la portavoz socialista se diera cuenta del alcance de ese añadido, dando por bueno que se trataba de “repetir” lo que ya estaba acordado.

Así se cerraban las puertas al mantenimiento de una parte de la Reforma que, curiosamente, elaboró la ministra Fátima Báñez, hoy “fichada” por el presidente de la patronal, Antonio Garamendi para que ejerza de coordinadora entre las empresas dentro de la crisis creada por la pandemia; una contratación que se cerraba a comienzos de abril tras varios meses de luchas internas dentro de la patronal.

El deseo de asegurar la mayoría absoluta al nuevo estado de alarma dejó a un lado la gramática y el sentido de las palabras. Era una demostración de las dudas ante Ciudadanos y el PNV por la cercanía electoral en Euskadi y Galicia y ante la escalada de las protestas en la calle promovidas por Vox y una parte del Partido Popular. Derogación a secas les valía a Pablo Iglesias y Yolanda Díaz, pero no a Pablo Echenique, quien junto a la portavoz de Bildu, Mertxe Aizpurua, añadió la palabra cerrojo: “integra”. Era una “victoria” conseguida con nocturnidad y alevosía, entre el cansancio y la falta de perspicacia de la representante socialista.

Trescientos mil millones de euros tienen la culpa. Por encima del Covid19, por encima de los acuerdos firmados hace apenas unos meses, por encima de sus deseos personales y políticos, por encima de todo lo afirmado y defendido en pro de un giro a la izquierda. El virus lo ha cambiado todo. Pedro Sánchez lo está comprobando y de su habilidad o torpeza dependerá que siga en Moncloa tres años o se vea obligado a convocar elecciones.