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Illa y Simón, los últimos parapetos de Sánchez

Illa y Simón, los últimos parapetos de Sánchez

Durante los dos primeros meses del coronavirus, el presidente del Gobierno les ha puesto en la vanguardia de la crisis hasta quemarles

La gestión de la crisis del coronavirus está dejando mucho que desear tanto sobre las previsiones que sede deberían haber hecho a la vista de lo que estaba pasando en China, como a la falta de capacidad del ejecutivo para dotar de medios a los hospitales españoles una vez que se declaró que Estado de Alarma y el Gobierno de Sánchez se hizo cargo de todo.

El presidente del Gobierno confió desde el primer momento la vanguardia de la lucha contra el coronavirus al ministro de Sanidad, Salvador Illa, y al jefe de enfermedades infecciosas, Fernando Simón, que se ganó justa fama de eficaz durante la epidemia del ébola. De hecho en un primer momento, Simón ocupó prácticamente todo el protagonismo hasta el día en que soltó aquello de que si su hijo le preguntase si debía ir a la manifestación feminista del 8 de marzo, le contestaría que hiciera lo que le pareciera bien. Ese día comenzó a perder la credibilidad ganada.

A partir del 14 de marzo, Salvador Ulla ocupó el primer lugar para asegurar que el gobierno se hacía cargo de todas las medidas sanitarias por encima de las Comunidades Autónomas, prometiendo mascarillas y equipos de protección para los sanitarios -.cosa en la que ha fracasado en gran parte- además de aparatos de respiración y el control de los enfermos más graves, algo que tampoco ha sido muy eficaz dado el número de muertos y la masificación de algunos hospitales, principalmente en Madrid, donde la presidenta Isabel Díaz Ayuso también ha mostrado serias carencias de gestión limitándose a echar la culpa al Gobierno central.

La actuación de los otros ministros del equipo de crisis no ha pasado de la mera propaganda. José Luis Abalos tardó varias días en conseguir que los Cercanías de Madrid funcionara bien para evitar aglomeraciones, y Fernando Grande Marlaska tampoco pudo controlar en un primer momento la circulación de personas en las grandes ciudades.

Pedro Sánchez se ha negado a aplicar el estilo chino e imponer Elk confinamiento total, con cierre de empresas, y se ha limitado a prolongar el Estado de Alarma hasta el 12 de abril, si para entonces no se ha conseguido parar la pandemia, todas las culpas recaerán, en principio, en Ulla y Simón, que pagaran el pato e incluso podrían ser sacrificados. Sánchez tendía entonces que ocupar la primera línea y jugarse el todo por el todo sin descartar que tenga que declarar un nuevo periodo de confinamiento, especialmente si como parece el 12 de abril seguiremos sin saber cuántas gente tiene el virus. Para que ese nuevo confinamiento fuera eficaz habría que analizar a todos los españoles para confinar solo a los contagiados, tengan síntomas o n