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La técnica del poder ( y 2 )

Las mujeres entran en el juego del líder
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Las mujeres entran en el juego del líder

martes 10 de marzo de 2020, 13:44h
Nuestra actual democracia tuvo que esperar siete años para que aparecieran mujeres en el Consejo de Ministros. Durante los 14 siguientes aparecieron otras cinco. Hoy representan la mitad del Gobierno. Ninguna de ellas tuvo impacto en la lucha interna de sus compañeros hasta que lo consiguen con Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.

Apenas una pequeña cuota de feminismo. El divide y vencerás del presidente iba dirigido a los hombres. Una pequeña rendija en el evidente machismo que existe en el poder político la abre Leopoldo Calvo Sotelo con la sevillana Soledad Becerril que ocupó la cartera de Cultura. Durante ese año de transición entre los herederos del franquismo y los cachorros del socialismo.

Un simple vistazo nos permite comprobar que con González en La Moncloa llegaron Rosa Conde y Matilde Fernández en su segundo Gabinete, y Carmen Alborch, Cristinas Alberdi y Angeles Amador en el cuarto. Aparecieron nuevos aspirantes al trono, con sus intereses y egos personales como Juan Alberto Belloch, pero la presencia femenina representaba más una fachada que una realidad de poder.

Con los dos gobiernos de José María Aznar los equilibrios cambian. Se mantiene la lucha interna de los “machos alfa” como Alvarez Cascos, Rodrigo Rato, Javier Arenas y Eduardo Zaplana pero hay mujeres dispuestas a entrar en la pelea por la sucesión como fueron Isabel Tocino y Esperanza Aguirre. Otras, Loyola de Palacio, Celia Villalobos y Ana Pastor sumaron sus fuerzas a la de los barones ministeriales que más se acercaban a sus intereses de futuro.

El presidente del PP y del Gobierno si utiliza ese nuevo ingrediente en su esquema de “reinar” por encima de las batallas que libran sus segundos. Se mantienen las diferencias ideológicas entre democristianos, liberales y conservadores de la derecha española en el inicio de la Transición. Las miradas son diferentes y se manifiestan en el ascenso de Mariano Rajoy a una de las vicepresidencias, en la aparición de Cristobal Montoro en el ámbito económico desde una segunda línea, en la presentación de la candidatura de Jaime Mayor Oreja a la sucesión. Cada uno de ellos ve en sus compañeras del Consejo de Ministros una oportunidad para llevar adelante sus propias ambiciones.

Es con José Luís Rodríguez Zapatero cuando las mujeres se convierten, por derecho propio y estrategia del presidente, en parte activa del poder frente a sus compañeros varones. Una única vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, frente a dos expresidentes autonómicos como José Bono y Manuel Chaves, uno llegado al PSOE desde el más suave socialismo del PSP de Tierno Galván, y otro uno de los integrantes del grupo sevillano que se había hecho con el poder en el Congreso de Suresnes.

ZP jugaría con habilidad sus cartas. Una mujer llegada desde la Judicatura, sin pasado en el partido, sin apoyos orgánicos se convierte en un nuevo poder, contrario tanto a Pedro Solbes, al que el presidente entrega el área económica sin ser un hombre de partido - si lo eran Carlos Solchaga, en el PSOE, y Rato en el PP - como a Alfredo Pérez Rubalcaba o José Blanco.

Fernández de la Vega creará su propio ejército, con diferente grado de acatamiento a su figura, pero con un propósito claramente definido: estar al servicio del presidente. Y éste, que lo sabe, lo utiliza. Ahí estarán Bibiana Aido y Leire Pajín, las más jóvenes, pero también Magdalena Alvarez - siempre mirando hacia la presidencia de la Junta de Andalucía - Rosa Aguilar, Elena Salgado y Carme Chacón. Trece mujeres que se convierten en protagonistas del poder al margen de sus compañeros varones y se lo disputan.

El ascenso de las mujeres en la pirámide del poder es imparable. Lo sabe Zapatero colocando de muro de contención en la vicepresidencia a Fernández de la Vega; y lo sabe aún más y mejor Mariano Rajoy haciendo que sean dos mujeres las que encarnen los liderazgos internos de dos facciones que ya no disputan y pelean por conceptos ideológicos y de transformación social, pelean por su propio poder, al servicio del presidente pero con la vista puestas en su propio futuro.

Soraya Sáenz de Santamaría reina como dueña del tablero de ajedrez interno del PP desde la Vicepresidencia única; y en el tablero del partido, en la sede central de la cale Génova lo hace María Dolores de Cospedal. El presidente utiliza a las dos y añade un tercer elemento de disputa dentro de su equipo, el área económica que deja en manos de Cristobal Montoro, quien a su vez crea su propia corte de seguidores.

Llegado el momento de la verdad, el de la sucesión en el partido y en la candidatura electoral tras el triunfo de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez, la guerra abierta entre las dos mujeres fuertes del PP acabará con dos víctimas, ellas mismas, y un inesperado vencedor, Pablo Casado. El presidente arrastra en su caída a las dos “reinas” que ha utilizado durante seis años. A ellas y a la plana mayor de su gobierno, todos en busca de puestos en la esfera privada.

Durante 41 años todos los gobiernos han sido monocolores, formados por miembros de un mismo partido. Con matices ideológicos pero encuadrados en unas únicas siglas. Han vivido enfrentamientos internos duros y muy duros. Divisiones producto de diferentes formas de mirar y entender el futuro de España, por un lado, y de sus propios y privados intereses, por otro. El bipartidismo imperfecto a nivel nacional se ha estado reflejando en el interior del, también, poder nacional. Y en las autonomías, en los gobiernos de las mismas, se ha producido el mismo fenómeno desde la aprobación y puesta en marcha de sus diferentes Estatutos.

Sin bipartidismo y con tres nuevos partidos exigiendo su parte del poder, la forma de ejercer el gobierno por parte del presidente Sánchez experimenta una transformación profunda en su aspecto. No en su interior. Si todos los anteriores inquilinos del palacio de La Moncloa han utilizado el divide y vencerás entre los suyos, el secretario general del PSOE lo hará de la misma forma añadiendo a la mezcla de intereses los de su compañero de viaje. El antiguo adversario e incluso enemigo, desde el PCE de Santiago Carrillo y la Izquierda Unida de Julio Anguita, se convierte en el socio desde Unidas Podemos a través de Pablo Iglesias y Alberto Garzón. Cada uno de ellos con sus propias guerras internas en sus formaciones.

Pedro Sánchez reparte el poder a trocitos, incluida en el reparto la parte de independientes que incorpora a su gobierno. Saturación de ministros y de ministras. Cada uno con su parcela de poder y en disputa con los que tiene más relación. 22 Carteras donde con rajoy había quince. Hay que dar cobijo a los compañeros de viaje y utilizarlos en las propias disputas internas del nuevo socialismo. Dentro del Ejecutivo y de cara a los díscolos y protestones barones regionales.

Enfrenta a Nadia Calviño con Carmen Calvo y a ésta con Pablo Iglesias, quien a su vez defiende su cuota de Podemos en general, y las iniciativas de su compañera sentimental en particular. Riña a tres que recuerdan las que tenían Montoro, Luís de Guindos y Sáenz de Santamaría durante la presidencia de Rajoy; o las que tuvieron Guerra, Solchaga y Serra durante la presidencia de Felipe González. Nada nuevo bajo el sol del poder.

La utilización del cargo de ministro por parte de los líderes de los partidos cuando llegan a la presidencia del Gobierno es patente y muy pública. Premios y castigos. Recompensas a la fidelidad. De los once presidentes que ha tenido el Congreso de los Diputados siete han sido ministros: Meritxell Batet, Ana Pastor, José Bono, Federico Trillo, Felix Pons, Jesús Posada y Landelino Lavilla; tres de ellos, además, han sido presidentes de una Comunidad Autónoma: José Bono, Jesús Posada y Patxi López. Y tres de ellos fueron premiados como Defensor del Pueblo, Fernando Alvarez de Miranda, vicepresidente de la Comisión Europea, Manuel Marín; y creador y rector de la Universidad Carlos III, Gregorio Peces Barba. Simplemente la rueda del poder.