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Las difíciles relaciones del Rey con su primer ministro
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Las difíciles relaciones del Rey con su primer ministro

miércoles 22 de enero de 2020, 13:32h
¿Se llevan bien Felipe VI y Pedro Sánchez?. La pregunta admite todas las contestaciones. Para unos las relaciones son buenas y hasta muy buenas. Para otros son malas y hasta muy malas. En medio todo el abanico de grises. Es un tema tan viejo como la actual democracia. Afectó a Juan Carlos I y a todos los presidentes.

El equilibrio de poder entre el Jefe del Estado y el presidente del Gobierno es difícil y delicado. Lo ha sido desde la llegada al trono de Juan Carlos y lo continua siendo con Felipe VI. Lo tuvo más fácil el padre que el hijo por el simple hecho de otorgarle al Monarca el principal mérito del rápido cambio de la Dictadura a la Democracia. Con el añadido del fracaso de la intentona golpista del 23-F de 1981 y el discurso en aquella madrugada, con el uniforme de capitán general, dejando claro ante todos los españoles que la Corona apostaba por la democracia y no por la injerencia militar.

Si durante 40 años la figura del Rey ha sido prácticamente intocable, no ocurre lo mismo a partir del accidente de caza que le llevó, finalmente, a la abdicación. Era cuestión de meses y en junio de 2014 se cerraba el círculo. La abdicación dejó paso a Felipe VI que, desde el minuto uno, no pudo hacer otra cosa que lo que hizo: alejar a su padre del poder y a la Corona de sus escándalos. Nuevos tiempos políticos que se aceleraron con las elecciones de 2015 y el largo periodo de crisis e incertidumbre en el que se sumergió España y su clase política.

Cambios que han afectado de forma profundas a las relaciones entre los dos palacios, La Zarzuela y La Moncloa. La distancia física entre ellos es muy pequeña, apenas quince kilómetros que se recorren en menos de quince minutos. La distancia política se ha alargado año tras año. La mayor cercanía la tuvieron Felipe González y Juan Carlos I. El alejamiento comenzó a constatarse con José María Aznar. Sufrió un estancamiento con

José Luís Rodríguez Zapatero. Volvió a alejarse, ya con cambio en la Monarquía, con Mariano Rajoy. Y cuando parecía que la sintonía histórica entre el Rey y el líder del PSOE regresaba a los buenos tiempos para ambos, las dificultades para llegar a la Moncloa por parte de Sánchez, las zancadillas que le han hecho desde las esferas de poder empresarial más cercanas al hoy Rey emérito, y la necesidad de sumar votos republicanos para su reciente investidura, han conseguido que la figura del Rey Felipe sea puesta en entredicho. Hasta tal grado que, en los últimos actos públicos, los gritos de “Viva España”, “Viva el Rey” hayan sonado como una defensa no pedida ante unos ataques nunca reconocidos.

El nuevo y cercano escenario para medir la distancia entre los habitantes de los dos palacios en los que se identifica el poder en España será el Congreso de los Diputados. La apertura formal de la Legislatura y de los trabajos en las Cortes exigen que el Rey pronuncie el discurso inaugural desde la presidencia de la Cámara. Le seguirá el desfile de las Fuerzas Armadas presenciado desde la escalinata de la carrera de san Jerónimo, acompañado de las presidentas de Congreso y Senado, de todo el Consejo de Ministros y del resto de los máximos responsables de los organismos de la Administración del Estado.

Y corre prisa. Todo corre prisa. Sin actividad parlamentaria no se puede recurrir a lo excepcional de los decretos leyes. Tampoco se puede avanzar en la actividad del Gobierno. El cinco de febrero es una fecha límite. Puede que la presidenta Batet convoque la Sesión Inaugural para dos días antes y se intente que los plazos se cumplan.

Si miramos los últimos días, los que van del ocho de enero, con la jura en La Zarzuela de Pedro Sánchez como presidente, al trece de este mismo mes con las juras o promesas de los ministro/as, comprobaremos que esa distancia de quince kilómetros y quince minutos se convirtió el domingo día doce en insalvable: Pedro Sánchez le comunicó a Felipe VI la lista de los 22 miembros del Consejo por teléfono. Todo un síntoma del distanciamiento político, no disminuido en el breve intercambio de frases de doble sentido de la Pascua Militar.