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A la búsqueda del bipartidismo perdido
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A la búsqueda del bipartidismo perdido

jueves 19 de septiembre de 2019, 11:20h
Socialistas y populares creen que van a mejorar sus resultados del 28 de abril. Pedro Sánchez pretende sumar veinte escaños de izquierdas y otros diez del centro derecha a los conseguidos en primavera. Sus víctimas: Podemos y Ciudadanos. Pablo Casado, por su parte, cree que también puede pasar de 66 a ochenta escaños. Un trozo de Ciudadanos y otro trozo de Vox. Los dos buscan lo mismo: volver al bipartidismo.

La ley dice que la campaña para las elecciones del 10 de noviembre comenzará el día uno de ese mismo mes y durará apenas una semana. La realidad es otra muy distinta. Ya estamos en campaña y no precísamente desde que el Rey informó a la presidenta del Congreso de que no iba a proponer a ningún dirigente político como candidato a la investidura.

Las normas, en política, están para no cumplirlas. Llevamos en campaña permanente desde las convocatorias electorales de 2015. Cuatro años en los que líderes y partidos se han dedicado más a atacarse y buscar los votos que a gobernar o proponer alternativas a las cambiantes ofertas que se hacen de cara a las urnas. Visitas al Rey, negativas para intentar investiduras, pactos cambiantes, cientos de folios con propuestas de todo tipo y para todo tipo de “enfermedades” sociales y económicas, emboscadas parlamentarias y vuelta a empezar.

De nuevo hay que hacer listas, colocar nombres, pelear por los puestos de salida, mirar al líder de turno e intentar que su varita mágica te coloque allí donde los votos pueden llevarte al Congreso o al Senado. En abril y mayo, la bajada a los infiernos del Partido Popular, ha hecho que los aspirantes sean muchos y la “mies” poca. La batalla interna está más que asegurada y Pablo Casado y su capataz, García Egea, van a aprovechar para seguir con el cambio de piel y de caras que ya han iniciado entre los populares.

Ese mismo problema, el de los recortes posibles en el número de elegidos en las urnas, lo tienen en Podemos, en Ciudadanos y en Vox. Pablo Iglesias, Albert Rivera y Santiago Abascal no piensan en crecer electoralmente el 10 de noviembre. Su objetivo es la defensa de lo obtenido. Nada de “sorpassos” y mucho menos de rupturas por los extremos. Si las encuestas se acercan a la realidad,y la temida abstención no cambia los repartos de la manida Ley D´Hont, una parte de sus votantes pueden “volver” a los dos grandes partidos. Un retorno a ese pasado que se rompió en 2015.

Es dificil que la participación ciudadana del 28 de abril se repita. El cansancio alejará a muchos votantes de las urnas pese a las llamadas a la participación y la utilización del miedo al contrario que emplearán los dirigentes de los partidos. Va estar más motivada la derecha que la izquierda y ese factor puede trastocar todos los estudios sociológicos que hayan hecho en el palacio de La Moncloa.

Si la victoria del PSOE parece asegurada, la elección de presidente y la formación de gobierno va a estar sujeta, de nuevo, a los pactos. Si España está dividida en dos mitades, el trasvase de votos entre ellas parece difícil. Y si se cumple esta premisa, todo lo que puedan ganar los socialistas, lo perderán las listas de Podemos, vayan con esa u otra marca. Los antecedents de la Comunidad valenciana con Compromís y de las mareas en Galicia deberían hacer reflexionar a los anticapitalistas andaluces de Teresa Rodríguez.

Para cambiar el escenario, y lograr que la estrategia de cerrarse a cualquier participación de la formación morada en el gobierno central funcione, Pedro Sánchez deberá no sólo sumar más escaños del PSOE, también que la suma con otro u otros alcance una de las dos mayorías que necesita para salir investido. Y puede que los problemas no resueltos vuelvan a presentarse. Se volverá a encontrar con Pablo Iglesias, por supuesto, pero también con los representantes de Esquerra y del PNV, sus potenciales aliados junto a Compromís y el representante de los regionalistas de Cantabria, si es que éstos últimos consiguen mantener su soliario asiento en el Hemiciclo.

En ese camino de retorno al bipartidismo, el objetivo de Pablo Casado es otro. Para ganar en las urnas el PP tendría que doblar sus votos actuales. Una posibilidad muy remota. Con distanciarse de forma definitiva de la sombra de Ciudadanos y consolidar su papel de alternativa tendrá suficiente. Justo lo contrario de lo que parece esperarle a Albert Rivera, siempre huyendo de su papel de bisagra para terminar aceptándolo y poniéndolo en valor, posiblemente mirando a su izquierda.