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El sillón vacio y la carga de los mamelucos
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El sillón vacio y la carga de los mamelucos

jueves 03 de mayo de 2018, 11:12h
Subido en el atril del patio de armas del gobierno madrileño, Angel Garrido, presidente en funciones y hombre de la máxima confianza de la ya ex Cristina Cifuentes no se atrevió a mencionar el nombre de la mujer que le había colocado en el puesto de mayor responsabilidad de toda su vida pública. Es posible que dentro de unos días se mantenga en la presidencia tras superar un debate de investidura obligado y en el que los votos de Ciudadanos le ayudarán, pero es más posible que sean otros compañeros de candidatura - la lista de los ocho favoritos se ha publicado tantas veces en estos dias que la voy a omitir por puro cansancio - los que vayan a gobernar la Comunidad de Madrid hasta dentro de trece meses. Y lo que seguro es que ninguno de ellos encabezará el cártel electoral del PP para esa futura batalla en las urnas.

La mejor de las imágenes de lo que está sucediendo en el Partido Popular en todos los niveles de su gran crisis se produjo durante ese parlamento en el que la fiesta que debería ser, era más un funeral. Su silla vacía entre las dos mujeres que concitan los movimientos internos y externos del partido gobernante me hacen recordar en este dos de mayo, aquel sillón vacio que dejaron también en Madrid Fernando VII y su padre, Carlos IV, “invitados” por Napoleón a viajar a Bayona mientras las tropas de Murat ocupaban la capital y se personaban en el Palacio Real para trasladar a los dos hijos del Rey, María Luisa y Francisco de Paula, a Francia.

Sin Reyes en el territorio nacional, con una Junta de Gobierno a la que nadie hacia caso, un tratado firmado por padre e hijo en Fontainebleau - cada uno de ellos haciendo trampas al otro y buscando el favor y la ayuda de Napoleón - que permitía a las tropas francesas atravesar España para enfrentarse a las inglesas en Portugal, tuvo que ser un cerrajero, José Blas Molina, el que gritara frente al Palacio: “que nos los llevan” en una defensa de la Monarquía que los propios Borbones no habían sido capaces de realizar.

Ahí empezó la llamada “Guerra de la Independencia”, con los Mamelucos convertidos en el símbolo de la ocupación y el salvajismo sobre los ciudadanos, ya que si hacemos caso de los primeros datos de los levantamientos del dos de mayo de 1808, de los quinientos muertos oficiales, cuatrocientos era civiles. Y civiles fueron en su mayoría los que se refugiaron ese día en el cuartel de Monteleón con los capitanes Daoiz y Velarde hasta su muerte, mientras el general Negrete ordenaba a las tropas españolas que permanecieran quietas y ajenas al conflicto social y político que comenzaba.

Los Mamelucos hispanos de hoy están cercando al Gobierno y a su partido mientras su presidente, interpretando al “general Negrete” permanece en su despacho. Los mamelucos tienen nombre y apellido, van desde Pedro Sánchez a Albert Rivera, desde Pablo Iglesias a Carles Puigdemont o Iñigo Urkullu. Y hasta es posible que si buscamos a nuestro Napoleón externo descubramos que el papel del ex primer ministro galo, Manuel Valls, se parece mucho a lo que el futuro emperador nacido en Córcega le encargó a su general Murat.

En aquel no tan lejano 1808 hubo dos Reyes enfrentados, con sus correspondientes cortesanos y seguidores, moviéndose entre lo que hoy llamaríamos conservadurismo y liberalismo, lejos los dos del sentimiento popular y la situación en la que vivía España, más preocupados por vencer al otro que por ofrecer un futuro al pueblo que debían gobernar. Hoy, en el PP hay dos reinas, dos modelos de ver el futuro de este país, dos modelos de entender las relaciones internas y externas del partido, apoyadas desde el exterior porr dos “socios” tan antagonistas como comprometidos frante a enemigos comunes, con tantas dudas sobre el modelo que quieren para la Europa común que propician el éxito de los que llaman rivales, adversarios o enemigos.

La vicepresidenta y la ministra de Defensa apenas se miraron y menos se hablaron durante la celebración. Es tan evidente que no se quieren, que no se entienden, y que ven a su partido de forma tan diferente, que sólo su particular “Negrete” puede explicar su forzada coexistencia. Esa bicefalia real, táctica y estratégica, de estar más pendiente del enemigo interior que del adversario exterior, explica una buena parte de los males del Gobierno y del partido que lo sustenta. Explica las declaraciones económicas y fiscalistas del ministro Montoro sobre Cataluña y las del ministro Catalá sobre la sentencia social a la “Manada”. El gobierno vive al día, mira a la calle y a los medios de comunicación y obran en busca de una salvación que les lleve a junio de 2019 y si es posible a diciembre de 2020. Tal vez necesiten su propio Motín de Aranjuez para desesperezarse e intentar que las encuestas con que nos machacan cada fin de semana se queden en eso, en encuestas, y que la realidad de las urnas sea diferente. Habrá que buscar a un buen cerrajero.