La heredera de Albert Rivera en Ciudadanos ya ha puesto la esquela de defunción a su partido. Sin saber a donde ir y sin proyecto en el que basarse tras la debacle del 10 de noviembre, Ines Arrimadas busca la protección del PP de Pablo Casado como el náufrago busca una tabla en medio de la tormenta.
A la espera de lo que ocurra en el Congreso de marzo, la gran favorita para dirigir las dubitativas fuerzas del que era el gran proyecto de centro politico para España, nom para en lanzar propuestas de todo tipo para evitar su desaparición.
Se marchó de Cataluña tras vencer en las elecciones autonómicas de 2017 tirando por la borda todo lo que había conseguido. Rivera y ella prefirieron la comodidad de Madrid a la tensión diaria en Barcelona, la placidez del Congreso a la batalla diaria contra el independentismo en el Parlament. Mejor atacar a Mariano Rajoy y a Pedro Sánchez que a Carles Puigdemont, Quim Torra y Oriol Junqueras. Mejor la retaguardia que las trincheras.
Lo pagó Albert Rivera con la caída a los infiernos de Ciudadanos y sus diez escaños. Se marchó por la puerta falsa, sin saber si volverá o no a la arena política. Queda en pie Ines Arrimadas, con los pies hundidos en el barro que han formado a su alrededor tanto el Partido Popular como Vox, empeñada en pactar y estar con la derecha. Con miedo a ser “fusionada” más pronto que tarde por el partido mayoritario y a ser “destruida” por la formación emergente.
Ciudadanos tiene miedo en las tres autonomías en las que van a celebrarse elecciones este año. Sabe que sus 36 escaños conseguidos en Cataluña se quedarán en quince como mucho y que los cuatro que tuvo el PP hace tres años pueden mitigar el derrumbe, como si el ejemplo de Navarra Suma pudiera aplicarse en cualquier lugar de España. No cuenta Arrimadas en su oferta, de la misma manera que no contará Casado en su aceptación, si es que se produce, que ambos necesita sumar a Vox para afrontar una cita con las urnas que les será muy desfavorable. Sin el apoyo de Santiago Abascal no pueden ir a ningún sitio.
En el País Vasco su situación es mucho peor. Los 21.3462 votos que consiguieron en 2016 no les proporcionó ni un escaño. Vox apenas consiguió 774 papeletas testimoniales, y al PP de Alfonso Alonso no le fue mucho mejor: 107.357 votos y nueve asientos en el Parlamento autonómico. Y de nuevo la misma pregunta: ¿ conseguirían mejorar su posición PP y Ciudadanos si forman una coalición electoral ellos solos ?. ¿ Necesitan sí o sí a Vox ? . No parece que por ninguno de esos caminos vayan a mejorar los resultados de las anteriores elecciones. La fría verdad: Pablo Casado no necesita a Arrimadas. Cualquier acuerdo sólo tiene validez si los populares quieren acelerar la desaparición de esa especie de segunda marca de la derecha en la que Rivera convirtió a Ciudadanos.
En Galicia ni Pablo Casado, ni Núñez Feijóo están dispuestos a ir en una lista conjunta con ninguno de sus otros dos posibles compañeros. Ni Ciudadanos, ni Vox consiguieron representación parlamentaria en 2016. El PP llegó a los 676.676 votos mientras que C’s se quedaba en 48.103 y Vox ni siquiera se presentaba. El actual presidente de la Xunta no obtendría más apoyos entre los votantes gallegos por incluir en unas listas a los representantes del partido naranja.
Si finalmente Arrimadas se convierte en la líder electa de Ciudadanos muchos de sus actuales críticos dentro del partido tomarán la decisión de marcharse en busca de otras formaciones, a la derecha y a la izquierda.
Será la “jefa” de un ejército sin estrategia, sin rumbo y obligado a someterse a las decisiones de su gran compañero de viaje. El final de ese camino: la desaparición por inoperancia. Salvo que, toda esa sucesión de ofertas por parte de su autora, busque un objetivo personal, su permanencia en el escenario político acompañada de su núcleo de fieles y con otro escudo en sus camisetas.
Si (
No(
