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La doble defensa de Aznar, el consejero invisible de Ayuso y Almeida
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La doble defensa de Aznar, el consejero invisible de Ayuso y Almeida

viernes 27 de diciembre de 2019, 10:59h
El expresidente del Gobierno ejerce de gran consejero en la sombra, tanto de Pablo Casado como de isabel Díaz Ayuso y José Luís Martínez Almeida. Es el tutor invisible que protege los intereses del partido y los suyos propios, con los de Ana Botella en primer lugar. Defender a la presidenta y al alcalde capitalino puede, que al final, sea una cuestión financiera más que política.

Durante seis años y de forma progresiva a José María Aznar se le alejó de la sede central de su partido a la misma velocidad con la que, desde el núcleo central del poder de Mariano Rajoy, los que le rodeaban se alejaron de todo lo que supuso la época del hombre que consiguió, por primera vez vencer al socialismo que durante 14n años gobernó España.

Con la paciencia y frialdad que le caracterizan supo esperar coqueteando tanto con Albert Rivera y Ciudadanos como con Santiago Abascal y Vox. Como si del cometa Haley se tratara el sucesor de Manuel Fraga sabía que en el viaje constante del Partido Popular desde la derecha al centro y vuelta a empezar, con Rajoy al frente y convertido éste en un remedo del otro cometa que también viaja en las inmediaciones siderales de nuestro planeta, el Hale- Bopp, era previsible y nada extraño que con meses por delante ambos cometas volvieran a unirse o a chocar de frente, que tanto podía pasar una cosa como la otra.

José María Aznar era consciente de que su poder, su ascendencia dentro de las filas populares se iba desdibujando por el simple pasar del tiempo, que aquellos que fueron los más íntimos de los suyos casi habían desaparecido desde el lejano 2004 y que poco a poco la generación de abogados del estado, salidos de las oposiciones de los años noventa, ocupaban sin prisa y sin pausa esferas de poder y de influencia, y que no estaban dispuestos a soltarlas, ni en la sede central del partido, ni en el Congreso y en el Senado, y lo mismo cabía decir en cada uno de los parlamentos regionales y gobiernos autonómicos y municipales, que dados los resultados del año 2011 eran muchos, más que en su época dorada.

El hombre que llevara al PP a su primera mayoría absoluta en 2000 tras la ajustada victoria de cuatro años antes. La persona que logró embridar a la derecha española convirtiéndola de verdad en una alternativa de gobierno frente al poderoso PSOE de Felipe González, se refugió en la Fundación FAES y en sus esporádicas conferencias para enviarle mensajes a su sucesor mientras observa como todos los dedos del poder interno de los populares le señalaban como el eje central de sus problemas, con insinuaciones públicas y certezas privadas acerca de posibles pactos con el ex tesorero Bárcenas de cara a que sus " años" de gestión no apareciesen en las famosas listas manuscritas. Una maldad para los que le siguieron fieles y, en todo caso, algo que nadie de la cúpula del PP se atrevió a mantener con nombre propio y ante los medios de comunicación.

Una cena a mediados del 2013, en casa de Miguel Ángel Cortés a la que asistieron unas cuarenta personas entre las que se encontraban desde el ministro Wert al " chambelán" de la Casa Real, Spottorno, pasando por el propio Aznar, Ana Botella, Esperanza Aguirre y Eduardo Zaplana entre otros dirigentes del Partido Popular, sirvió para volver a conjurar a todos los demonios que supuestamente ponían en cuestión y crítica la gestión de Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal al frente del partido y de sus respectivos gobiernos. Una situación que se volvió a repetir con trazos gruesos en las palabras que la expresidenta de la Comunidad de Madrid le dedicó a la secretaria general en las Ejecutivas del PP regional que presidió, hasta el punto de que tuvo que ser su sucesor, Ignacio González, el que tuviera que templar gaitas y evitar males mayores.

La aparente inacción del presidente del gobierno y líder del partido ante aquella situación, pese a conocerla hasta sus últimos eslabones, obedecía según su " sanedrín" de Moncloa al temor que le inspiraba la posible ruptura del partido y la aparición de una nueva formación por su derecha - nacería meses después VOX alentada en principio por el propio Aznar - integrada por los ex que se sentían marginados y que veían en las elecciones - empezando por las europeas y siguiendo por las municipales y autonómicas hasta llegar a las generales - su desaparición de las listas, algo que les hubiera dejado fuera de sus parcelas de poder , ya sea en el cómodo y bien pagado Estrasburgo, donde Jaime Mayor Oreja y Ana Mato " encontraron" el suyo, por ejemplo, o en los miles de Ayuntamientos en los que el PP gobernaba hasta el gran cambio de 2019.

El flanco más débil de José María Aznar estaba y sigue estando tras las recientes sentencias sobre la venta de viviendas públicas a los fondos buitres, en su mujer, en Ana Botella y en su gestión al frente de la alcaldía de la capital. En esa tesitura se encontraba también y por otros motivos totalmente diferentes el presidente de la Comunidad de Madrid, si bien éste parecía contar con el tradicional apoyo que desde la presidencia del partido y desde la secretaria general se mantenía hacia los dirigentes madrileños.

Esos problemas en los actuales líderes de una Comunidad tan emblemática como la madrileña, en la que además la alargada sombra de Esperanza Aguirre se mantiene pese a su comprobada capacidad de " emitir mensajes" de renovación y necesidad de cambios profundos en la vida política y en la forma de elegir a los representantes públicos, son extrapolables al resto de Comunidades, desde aquellas en las que existen líderes tan consolidados como Núñez Feijoó, a las que ven cada día como las batallas internas ponen en peligro el poder conseguido por sorpresa y gracias a la aparición de Vox, tanto como por el cambio de alianzas de Ciudadanos, como es el futuro del PP en Andalucía y en Madrid, tanto en la autonomía como en el Ayuntamiento de la Capital.

El caso de Aznar, que es muy parecido al de González en el PSOE o el de Pujol en CiU, viene a confirmar que los relevos de los líderes son siempre difíciles y que los choques y enfrentamientos con los sucesores parecen asegurados, sobre todo cuando los segundos les deben la designación a los dedos de los primeros, cuyas sombras son muy alargadas.