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El laberinto de Felipe VI que conoce Skynet
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El laberinto de Felipe VI que conoce Skynet

viernes 08 de noviembre de 2019, 13:24h
El tesoro oculto que guarda la Generalitat de Cataluña se llama Mare Nostrum. Es un superordenador capaz de procesar cuatrillones de datos en segundos. No es el Skynet de la serie “Terminator” pero comienza a parecerse. Si Felipe VI le hubiera preguntado por los resultados electorales de este domingo y por la salida al laberinto político en el que vamos a seguir, ya tendría una respuesta con el 95% de acierto.

Mare Nostrum y sus hermanos europeos y españoles nos conocen, saben lo que pensamos, lo que hemos hecho y lo que vamos a hacer. Lo que vamos a votar y las razones más personales que tenemos para hacerlo. Han ido sumando datos sobre nuestro hacer cotidiano: lo que compramos, lo que decimos y lo que subimos a las redes sociales, la televisión que vemos, la radio que escuchamos, las informaciones que leemos. Las urnas no tienen secretos para ellos, y cada vez menos para nosotros los humanos.

Nuestra vida está procesada y loo va a estar cada vez más. Nuestro Skynet hispano es el tercero en Europa y entra dentro de la élite mundial, ese exclusiva club que dominan Estados Unidos y China, con el gigante “Secuoya” en su hipercentro y sus “petaflops que evolucionan y asustan.

A ese habitante encerrado en la hermosa capilla de la Torre Girona que diseñó el arquitecto Oriol Mestres no le hemos entregado el control de nuestra sociedad pero nos acercamos a ese acto final de manera acelerada y peligrosa. A un humano se le controla por sus emociones, por sus deseos, por sus miedos, por sus ambiciones y dudas. ¿Cómo se controla a una máquina que lo sabe todo y es capaz de controlar sus no emociones ?. La respuesta estará en su próxima generación evolutiva, en esos ordenadores cuánticos que ya nos han anunciado.

Mientras llegamos a ese nivel social en el que las elecciones no serán necesarias pues estaremos votando y eligiendo cada día, todavía contamos con el impredecible elemento humano, que se equivoca y provoca cambios de última hora, pequeños, mínimos, pero que, cuando los que juegan el partido electoral están empatados a falta de los minutos de prórroga, pueden decidir el nombre del ganador y del futuro presidente del Gobierno. Puede cambiar el color del dirigente que se siente en el gran sillón del Palacio de La Moncloa, pero no del noventa y cinco por ciento de las decisiones que tomará.

Esos datos, sin Skynet y puede que sin Mare Nostrum, pero si con algunos de sus hermanos pequeños, el Rey Felipe ya tiene la información necesaria para ayudar a los contendientes del 10N a salir del Laberinto en el que están metidos y del que parece que no saben salir. Desde luego no encontraron la salida ni el 28 de abril, ni en los meses siguientes. No consiguieron la mayoría necesaria para vencer en una investidura y menos en la posterior formación de un gobierno.

El Rey mantuvo las entrevistas de rigor, escuchó a todos y tuvo que decirle a la presidenta del Congreso que ninguno de ellos, con Pedro Sánchez a la cabeza, contaba con los votos necesarios para aprobar una votación en el Hemiciclo. El Laberinto que nuestros dirigentes políticos han fabricado durante cuarenta años les lleva a callejones sin salida. Cada uno de ellos culpará al otro de llevarle por el camino equivocado y todos juntos volverán al centro del que partieron y donde les espera el Minotauro de la opinión pública, listo para devorarles.

Felipe VI no puede obligarles a pensar en España y en los españoles y en la obligada necesidad de que hablen, acuerden, sacrifiquen maximalismos e impidan meses de bloqueo, gobiernos provisionales sin Presupuestos y otra cita con las urnas. No puede obligarles pero puede convencerles y es de esperar y desear que lo consiga por el bien de todos y el suyo propio.

Nuestro sistema constitucional está articulado administrativamente desde la Corona a los municipios y la defensa global del conjunto se hace desde la defensa de cada uno de sus componentes. Defender la Monarquía es dejarla ejercer ese papel moderador e integrador, y eso es defender a España en su conjunto, con centralistas e independentistas dentro, con izquierdas y derechas, con monárquicos y republicanos. Lo otro lleva a la destrucción del sistema que se articuló en 1978 sin que exista un recambio. Es querer salir del Laberinto a fuerza de destruirlo desde dentro, a porrazos.