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Mi respuesta sería 'no'
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Mi respuesta sería 'no'

Por José Manuel Pazos

No es que hiciese mucha falta, pero después de escuchar al Presidente de la FED en su comparecencia parlamentaria, y de leer las actas de la reunión de Junio del BCE, reiterando ambos su disposición a entrar de nuevo en políticas monetarias expansivas, incluso “creativas”, no se puede concluir otra cosa que siguen donde estaban: intactas.

La pausa en la guerra comercial, asunto que temporalmente ha abandonado los titulares, deja lugar a otras inquietudes, entre las que destaca por encima de otras la insistencia en la independencia de la FED por la que fue preguntado su Presidente y a la que hubo de responder hasta en dos ocasiones, primero de forma más leve pero después más tajante, “Mi respuesta sería no” al ser repreguntado sobre si dimitiría en el caso de que así se lo exigiese el Presidente. Su claridad recibió el reconocimiento de Comisionados demócratas y republicanos: “Creo que hablo en nombre de todos mis colegas cuando digo que aplaudimos sus esfuerzos para mantener a la FED como una institución independiente y no política” dijo un senador. Según la agencia Bloomberg, el Presidente de EE.UU. discutió con sus asesores legales a finales de 2018 las opciones para deshacerse del Presidente de la FED, llegando incluso a afirmar en una entrevista tras negar que lo hubiese amenazado con el cese, que “podría hacerlo si quisiese”. Tenga o no autoridad legal para hacerlo, algo discutible, lo cierto es que cualquier oportunidad que tiene para poblar la institución con afines, la aprovecha, algunas sin éxito al ser rechazados por el Congreso, pero otras con más probabilidad de cristalizar conforme se van produciendo vacantes en los órganos de gobierno. Considerada una referencia mundial como ejemplo de la independencia de una institución monetaria del poder político, la FED se ve en la obligación, cada vez más frecuente, de reivindicar ese valor, señal inequívoca de que la preocupación empieza a cobrar dimensión suficiente como para considerarse una amenaza seria.

Cabe preguntarse hasta qué punto supone esto un lastre que acabará pesando sobre la cotización del dólar, que sin duda lo es. Más si partimos de una situación de clara sobrevaloración, contra la que caben pocos argumentos y con la voluntad reiterada por el Presidente de EE.UU. de depreciar su valor. Para esto no le hace falta la FED, porque la responsabilidad acerca del valor del dólar recae sobre el Secretario del Tesoro, nombrado, como es natural, por el Presidente. Sin embargo, sobradamente sabe que el mercado trata al dólar atendiendo a quién es el verdadero guardián de su valor, de modo que no es estúpido cuando pone su objetivo en la FED y ataca su independencia. Claro que en el otro lado, la política ya está de lleno en el seno del BCE. La próxima Presidenta (si así es ratificada) y el actual Vicepresidente han sido miembros de Gobiernos en áreas económicas, y aunque es muy difícil escucharlo de su propia voz, a pocos se le oculta que un euro débil es de su máximo interés.

Pocas cosas podrían agitar más ahora a la economía europea que una significativa apreciación del euro. La cuestión es cuánto tiempo tardaremos en que una guerra de divisas se perfile más nítida. Habrá que agotar el margen monetario, abrir el capítulo del gasto público, que se abrirá y ver qué pasa con la inflación, que algo habría de pasar. Quizá entonces será el momento. Hasta llegar ahí, basta con ir horadando la independencia de los bancos centrales, y así lo hacen. Para nuestra desazón.