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Critarquía y violencia: la mezcla que hará estallar Cataluña
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Critarquía y violencia: la mezcla que hará estallar Cataluña

martes 19 de septiembre de 2017, 23:12h
Si se quiere encontrar el primer rastro de una Critarquía hay que remontarse más de tres mil años y leer lo que de él se dice en el Antiguo Testamento. Ese gobierno de los jueces se daba cuando los políticos se alejaban de la rectitud y el pueblo se ponía a adorar a los becerros de oro. Puede que fuera Samuel el escribidor de los textos o puede que no sepamos nunca quién es el auténtico autor de ese Libro sagrado pero lo cierto, lo que ha llegado hasta nosotros a través de griegos como Aristóteles, Herodoto o Jenofonte es que los pueblos y las naciones, de forma periódico, buscan en los jueces lo que no encuentran en sus dirigentes políticos. Moral y gobierno se cruzan y descruzan a lo largo de la historia y la falta de la primera y la crisis del segundo conducen siempre a la violencia.

En esa parte de España que es Cataluña, la política se ha trasladado a los juzgados y al orden público y antes de que lleguemos al uno de octubre tendremos más violencia de todo tipo. Vamos a tener víctimas, ya se están poniendo las tablas de los cadalsos judiciales y habrá que soñar y pedir que no se llegue a tener que narrar historias de muertes y heridos. Era imposible que la violencia no llegara a la calle y en ella está e irá en aumento día a día.

Se está a un paso de que en Cataluña se viva un conflicto civil como no se conocía desde los años 30 del siglo pasado, y que en el resto de España se mire a los catalanes como al enemigo. Ya da igual que se aplique en puridad y dentro de la mayor legalidad el artículo 155 de la Constitución. De forma encubierta se está aplicando con el control de las finanzas y de los cuerpos de seguridad. Quería el gobierno un apoyo unánime en el Congreso y tanto el PSOE como Podemos le han dicho no evidenciando la división que existe entre las fuerzas parlamentarias respecto a qué hacer frente al programa de Referendum e insumisión de la Generalitat y de setecientos alcaldes de las cuatro provincias catalanas.

Han saltado por los aires los acuerdos de la Transición, se han roto los pactos que permitieron redactar una Constitución y que España pasara de una dictadura a una democracia con el menor coste posible. Lo que no se hizo antes, la ruptura con el franquismo, se quiere hacer ahora e incluso llegar mucho más lejos: redactar una nueva Constitución en la que se contemple el modelo de Estado y se coloque a los ciudadanos en la tesitura de elegir entre una Monarquía federal o una República federal.

El problema de Cataluña lo que está haciendo es abrir en canal la convivencia y los equilibrios logrados en estos últimos cuarenta años. Volvemos a escuchar palabras y frases que no se oían desde los años setenta. Sólo falta que cerradas y embargadas las imprentas, los independentistas regresen a las históricas "vietnamitas" que servían a la oposición del franquismo para hacer llegar su mensaje a los ciudadanos que deseaban ver a España convertida en una democracia. Nuestros peores temores pueden convertirse en hechos y los maquinistas que conducen las locomotoras parecen decididos a no poner los frenos, pensando que los jueces y los cuerpos de seguridad del estado hagan de " guardagujas " y mueven los railes para evitar el choque final.