www.cronicamadrid.com
    19 de abril de 2024

RAUL HERAS

Pedro Sánchez y Andoni Ortuzar en un encuentro
Pedro Sánchez y Andoni Ortuzar en un encuentro

Poli malo, poli bueno con Pedro Sánchez de culpable prisionero

La hemos leído en decenas de libros; la hemos visto en decenas de películas y series de televisión. La escena es siempre la misma, al igual que sus protagonistas. Cambian las caras y el escenario pero el guión siempre es el mismo. Unas veces es una comisaría de policía: otras, la sala de Juntas de una gran empresa. Incluso, con un poco de paciencia, la habremos visto en el vestuario de algún equipo de futbol. El juego entre el poli bueno, el poli malo y la víctima de ambos lo están representando de manera impecable el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, el líder de Junts, Carles Puigdemont, y el presidente en funciones, Pedro Sánchez.
Nos persigue a los españoles y les persigue a todos los gobernantes desde hace una eternidad. Cataluña es una maldición que sólo se explica por la mala historia que le acompaña desde que quiso ser Reino cuando tan sólo era un Condado dentro del gran Aragón. Carles Puigdemont y sus sueños desde la Waterloo que contempló la gran derrota de Napoleón Bonaparte a manos del duque de Wellington un 18 de junio de 1815, es el producto destilado de los gobiernos españoles de los últimos 40 años. Este puede ser, condensado, su retrato político

El socialista Javier Rodríguez Palacios se creyó diputado nacional por Madrid durante seis días. Tenía el número once en la lista de Juan Lobato y era difícil que el voto CERA, el de los madrileños que viven en el extranjero, cambiara los resultados. Los cambió y el popular Carlos García Adanero se hizo con el codiciado e importante escaño en el Congreso. Los dos habían querido ser alcaldes en las elecciones de mayo, uno en Alcalá de Henares, el otro en Pamplona. Los dos ganaron en las urnas y perdieron en los pactos. Los dos se convirtieron en “ arrecogidos “ de Isabel Díaz Ayuso y de Juan Lobato en las listas para el Congreso. Un premio menor, pero un asiento en el Hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo es mucho mejor que un sillón municipal en la oposición.
Era sólo cuestión de tiempo y ese tiempo ha llegado. La Constitución que se aprobó por una aplastante mayoría de españoles en 1978, hasta convertir esa fecha en un mito democrático, está gangrenada y lo que deben hacer los dirigentes políticos es elegir el mejor camino para curarla y evitar que, con mayor o menos dignidad, acabe en el cementerio. Ha cumplido con creces la misión que le encomendaron sus “siete padres” oficiales (Manuel Fraga, Miguel Herrero, Gabriel Cisneros y Juan Pedro Pérez Llorca, por la derecha; Gregorio Peces Barba y Jordi Solé Tura, por la izquierda; y Miguel Roca por la entonces moderada derecha catalana): sentar las bases para una Transición que convirtiera a España en una Democracia.
Francisco Pi i Margall, presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República
Francisco Pi i Margall, presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República

Sánchez piensa en la monarquía federal que inventó Pi y Margall

Cálculo político premeditado o rápida respuesta al desafío de los independentistas mientras te juegas el Gobierno. El resultado es el mismo. “Si no quieres caldo, dos tazas” viene a decir uno de los refranes más conocidos y que, cargado de ironía, castiga a quien va dirigido con el doble de lo que no quiere o no le gusta. Es lo que el presidente del Gobierno hizo ya en 2019 con su elección para las presidencias del Congreso y del Senado: dos federalistas catalanes. Mensaje inequívoco hacia Felipe VI, y memoria de lo que planteó el que fuera presidente del Gobierno central, Pi i Margall a finales del siglo XIX durante el breve periodo de la Primera República española.
La radicalizada aventura soberanista emprendida a finales de 2012 por Artur Mas, a la sazón presidente de la Generalitat, terminó igual que empezó y debería servir de guía para el inmediato futuro y las negociaciones entre Puigdemont, Junqueras y los dos grandes partidos. Al margen de la ENC y sus imposibles deseos de independencia a las bravas. Mirar al PNV les puede servir de referencia: avanzar con la economía por delante.
Si los vascos saben hacer bien las cosas y lo llevan demostrando 40 años, habrá un momento en la Legislatura en el que la tormenta arrastre a su partido, el PP, a interponer una oportuna, pactada, negociada, valorada y firmada en restaurante de cinco estrellas, moción de censura
Ya sabemos que con los 178 votos que recibió en su elección como presidenta del Congreso y la mayoría de seis a cuatro que ostenta la izquierda del PSOE y Sumar frente al PP, Francina Armengol va a permitir que en la sesión de investidura del futuro presidente del Gobierno, sea quien sea el candidato, las intervenciones de los portavoces se hagan en castellano, en catalán, en euskera y en gallego. Hasta es muy posible que se hable en valenciano, en el bable asturiano, en la fabla aragonesa y, abierto el portón hasta en el castuero extremeño. Ninguno querrá ser menos que el que tiene al lado.
Todo acuerdo tiene un precio y Pedro Sánchez ya ha comenzado a pagar el suyo. Habrá tres lenguas cooficiales en el Parlamento español y en el europeo. Los diputados podrán hablar en catalán, en euskera y en gallego, además del castellano. A cambio y por 178 votos a favor, mayoría absoluta, Francina Armengol, la expresidenta balear es la nueva presidenta del Congreso y el también socialista Alfonso Rodríguez la vicepresidencia primera, junto a otra que le han dado a Sumar y las dos que tiene el PP, al no querer ceder ninguna a Vox por negar su voto a Cuca Gamarra.

Miramos tanto lo que dicen y hacen los independentistas catalanes, ya sean de Junts o de ERC que no nos fijamos en el partido que, con un sólo movimiento, llevaría al nacionalista vasco, Aitor Esteban, a la presidencia del Congreso; y al popular Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del Gobierno. Los 5 escaños que tiene el PNV en la Cámara le bastarían al PP para conseguir lo que tanto están buscando. Al fin y al cabo fue el mismo PNV el que quitó a Mariano Rajoy de La Moncloa el que ahora puede llevar a ese mismo palacio al otro gallego convertido en su sucesor.
En el fondo de la elección de la presidencia del Congreso y de la Mesa del mismo están los viejos tres problemas sin solución que se repiten en España desde hace noventa años. En el laberinto del Hemiciclo, la única salida viable para evitar elecciones está custodiada por el Minotauro Carles Puigdemont, de ahí que hasta desde el PP, por boca de Bendodo le hayan echado un mini piropo electoral. Los nacionalistas quieren visibilizar su poder en lo más alto y dada la “imposibilidad” de que un diputado de Junt o de Esquerra presida el Congreso, surge la duda: ¿aceptaría Puigdemont a un presidente de la Cámara del PNV a cambio de darle su apoyo a Pedro Sánchez?.
Ni el el actual presidente del Gobierno en funciones, ni el presidente del PP y mucho menos el Rey Felipe pueden dejar que la presidencia del Congreso la ocupa alguien ajeno a alguno de los dos grandes partidos que llevan 40 años estructurando, Legislatura tras Legislatura, la vida política española. La persona que ocupa ese puesto es la tercera en orden de importancia del país, y con una función única y de la máxima importancia: tiene que acordar con el Monarca los tiempos de las posibles investiduras o los tiempos de la futura y necesaria convocatoria electoral. Ni más, ni menos.
Tienen por delante treinta días para intentar que Felipe VI tenga que tomar la decisión política más importante de su vida como Jefe del Estado: nombrar un candidato a la investidura pese a que no tenga, en principio, los apoyos necesarios para lograr los votos que le conviertan en presidente. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo tienen la misma probabilidad de ser elegidos, el primero por contar con más escaños globales en el Hemiciclo, el segundo por haber ganado con claridad las elecciones tanto en votos como en número de parlamentarios.
En apenas siete años los sueños de gloria de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz se han desvanecido.La izquierda radical que representan va camino de las mismas catacumbas en las que cayó el PCE en el año 1982, con la victoria por mayoría absoluta de Felipe González y casi la desaparición de la representación parlamentaria de los comunistas que habían encabezado, casi en solitario, la lucha contra el franquismo.
Los dos grandes partidos del país han dejado muy claras sus intenciones tras los comicios del día 23 de julio: los socialistas se esfuerzan por hacer olvidar al gobierno de los últimos años, sobre todo en su vertiente más “podemita” a través del nuevo rostro de Yolanda Díaz, y que los ciudadanos que han ido a las urnas, y le han dado por una cómoda mayoría el triunfo el PP de Núñez Feijóo, piensen sólo en sus comunidades autónomas, sus ayuntamientos y hasta en sus calles. Para Pedro Sánchez su derrota, con 122 o 121 escaños, es un triunfo, lo mismo que le pasa a los integrantes de Sumar, Bildu, ERC y hasta el BNG. La suma total impide que la derecha gobierne. Hemos triunfado.
0,359375