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Duelo de estrellas ante un mal árbitro
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Duelo de estrellas ante un mal árbitro

Querían ganar los dos. No se jugaban los puntos, ni siquiera la clasificación. Barcelona y Madrid estarán en Europa al máximo nivel la próxima temporada. Estaba en juego el orgullo, ver cual de los dos mejores clubs de Europa y del mundo ganaba, quién tenía más pegada, quién era más ambicioso. Lo fueron los dos y eso que tenían enfrente a un mal árbitro.

Marcó Suárez y cuando parecía que los azulgranas podían darse un paseo con víctima blanca incluida aparecieron Benzema y Cristiano y llegó el empate. Apenas habían pasado quince minutos y se desató la guerra. Física y mental. El siete, con el tobillo lesionado llegó hasta la mitad del encuentro y se quedó en el banquillo por precaución. Zidane y los “chicos” querían ganar en Barcelona pero se jugarán dentro de veinte días la temporada en Kiev frente al Liverpool y Cristiano es pieza esencial para ello. Lo demostró en esos primeros 45 minutos con dos grandes oportunidades de gol. Las mismas que tendrían Leo Messi en el segundo tiempo tras marcar el dos a uno cuando su equipo se había quedado con diez por una roja directa que a todos, menos a Hernández Hernández, nos pareció excesiva.

Tal vez para compensar el árbitro canario dejó que Suárez- tan marrullero y teatral como siempre - le hiciera falta al central madridista, que se marchara hacia la porteria de Keylor Navas y que entregara un pase de gol al siempre oportuno Messi. Luego, para seguir compensando la expulsión de Sergi Roberto, miro para cualquier lado menos para la evidente zancadilla que Jordi Alba le hizo a Marcelo. No quiso pitar un penalti como una casa y se quedó tan ancho. También pudo expulsar a Bale por una entrada salvaje y no lo hizo. La vista no es su mejor órgano.

Con diez el Barcelona jugó mejor que con once. Quiso el Madrid acabar con su imbatibilidad y acercarse a un punto del Atlético - que perdió en su casa con el Español - pero a punto estuvo de perder en dos contraataques blaugranas. Y lo mismo les pasó a los otros “chicos”, a los de Valverde. Sobró emoción, sobraron jugadas, sobró peligro en las dos áreas, y sobró el árbitro, que dejó que aparecieran conatos de violencia y repartió tarjetas como confetis.
Los jugadores - salvo la excepción del uruguayo que opta al premio de interpretación - dejaron que los problemas se quedaran en el cesped. Sonrieron, se felicitaron, se abrazaron y se fueron al vestuario tan contentos. Zidane y Valverde se habían dado un buen abrazo, y Messi y

Sergio Ramos se marcharon cogidos por los hombros. El Barcelona se acerca a un record casi imposible: no perder un sólo partido en la Liga. Y el Madrid se prepara para levantar la decimotercera. Va a necesitar que Cristiano esté bien, que Benzema mantenga el compromiso y que Bale se sienta protagonista. Si la BBC funciona, Florentino se irá contento de vacaciones.