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Los Diez Negritos de Raquel Ejerique
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Los Diez Negritos de Raquel Ejerique

martes 17 de abril de 2018, 00:08h
Setenta y ocho años, siete meses y quince días más tarde de que la editorial Collins Crime Club pusiera a la venta la novela policiaca más vendida de la historia, la redactora jefe de Eldiario.es, Raquel Ejerique, publicaba el primer capítulo de su particular versión de los “Diez Negritos” de Agatha Christie. Al igual que lo ocurrido en la “Isla del Negro”, en este Madrid rodeada por tormentas políticas de las que es imposible escapar, los diez protagonistas del escándalo están condenados. Y al igual que ocurre en la ficción con el juez Lawrence John Wargrave, el rector de la URJC, con sus dudosas explicaciones y posterior denuncia a la fiscalía, puede que sea la última víctima.

Cada uno de nuestros “Diez Negritos” tiene un pasado del que arrepentirse y que el “asesino” transmutado en el vengador justiciero Salvador Perelló conoce. Nuestra “Agatha” también y puede que hasta le haya puesto música al piano. El Requiem de Mozart o el Brahms por ejemplo, sin descartar que “El Cant del Ocells”, de Pau Casals le vendría como anillo al dedo si no fuera por encajar mejor en las movidas familiares de la Casa Real dada la “unión” que tenía la Reina Sofia con el compositor catalán a través de Rostropovich.

Ejerique les coloca uno a uno en el inicio de este culebrón por entregas que reivindica la actualidad de los antiguos folletones que alegraban la vida a los lectores de los periódicos cuando eran de papel y de gran tamaño. El primero de los “negritos” es la gran protagonista de la historia, Cristina Cifuentes, objetivo periodístico y político de primera magnitud, la presidenta madrileña convertida en candidata a heredar el partido de Mariano Rajoy, la mujer a la que el corazón se le paró dos veces y que recuperada de una muerte física pelea para evitar su muerte social y académica. Su isla está en el kilómetro cero, en las antiguas dependencias de la Dirección Genereal de Seguridad durante el franquismo, hoy convertidas en sede del Gobierno regional, dos pisos por encima de las celdas que alojaron a los que se enfrentaban a la Dictadura antes de dar con sus huesos en las cárceles de Carabanchel , Burgos o El Dueso.

Hay cinco “negritas”, con distinto protagonismo en esta novela de intriga, espias y víctimas colaterales, desde Pablo Casado y sus “relaciones” universitarias con Harvard y Georgetown, a Franco, el flamante secretario general del PSOE madrileño, y su matemática licenciatura, pasando por una lista que parece interminable de cargos públicos en toda España que se han precipitado a cambiar sus curriculum cuando no a hacerlos desaparecer entre todo tipo de excusas más o menos pintorescas. Ellas son las tres profesoras que debían juzgar el trabajo de Cifuentes y que primero optaron por el silencio y luego, una tras otra: Ana López de los Mozos, Cecilia Prado y Clara Souto, afirmaron que sus firmas estaban falsificadas y que el “gran arquitecto” del edificio de la titulitis les había presionado para “tapar” la verdad.

Junto a ellas las otras dos “negritas” que forman el quinteto: la subdirectora del Instituto de Derecho Público, Laura Nuño, que dimitió para alejarse lo más posible del eje del mal; y la funcionaria que tecleó los cambios en la base del ordenador, Amalia Calonge, suspendida de sus funciones y echando sus culpas a las espaldas del “negrito” menos conocido pero no menos importante en la historia que vamos conociendo por capítulos, el catedrático Pablo Chico de la Cámara. Calonge guarda más secretos en su “mochila”, secretos con mejores guardianes de los que han aparecido hasta el momento.

Nos quedan tres nombres a los que Raquel Ejerique ha dejado que ganen protagonismo desde su personal “Isla del Negro” en la localidad de Móstoles: Juan Mestre, que intenta llegar al final de la historia y salvarse - vano intento si nos atenemos al guión de la intriga - y los dos coprotagonistas indiscutibles del relato iniciado bajo los auspicios editoriales del diario on line: Enrique Alavarez Conde, las dos manos y la mente que ha movido muchas de las cunas del PP y no sólo del PP, y el rector Javier Ramos, heredero de un cargo que ha acumulado escándalos sin parar desde que naciera la URJC y su primer rector, Teodoro González tan sólo pusiera ejercer el cargo durante dos meses.

Quedan en los márgenes de la “novela madrileña” como secundarios de lujo el hoy miembro del Tribunal Constitucional, Pedro González-Trevijano, y Fernando Suárez Bilbao, el rey de los plagios. Pasaron por la Universidad pública y aprovecharon sus contactos políticos para defenderse ante los ataques que recibieron y obtener los beneficios que “pululan” por la Villa y Corte.

Quedan capítulos pos escribir y Ejerique, que es generosa, ha dejado que más manos y más filtraciones sumen protagonistas e historias a la historia que puede haber dejado al Partido Popular sin los candidatos con los que aspiraba a mantener el poder en la Comunidad de Madrid dentro de catorce meses. Son las consecuencias de las largas guerras que se suceden en la España democrática.