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El hat-trik que busca Mariano Rajoy
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El hat-trik que busca Mariano Rajoy

viernes 02 de marzo de 2018, 09:09h
El gusto del presidente del gobierno por los departes comienza por el ciclismo, sigue por el futbol y termina con la marcha, el único que practica. El primero es el más duro, el que exige tenacidad, exigencia personal y mucho sacrificio. El segundo es puro espectáculo, creativo, mágico a veces, constante en cada preparación si se quiere triunfar. El tercero, si no se practica para ganar carreras, te permite mantenerte en forma y ayuda a pensar, a dialogar, a intercambiar ideas con los acompañantes. En el primero y en el segundo, para conseguir títulos necesitas un buen equipo que reconozca tu liderazgo y esté dispuesto a sacrificarse por tí.

Como amante del ciclismo, Mariano Rajoy ya tiene en sus vitrinas tres victorias políticas consecutivas, una por mayoría absoluta y dos por la mínima, que también valen. Si decide presentarse como cabeza de lista del PP en las próximas elecciones generales y las gana - lo cual no hay que descartar pese a todos los malos augurios que le rodean y que no son pocos - se acercará a las cinco victorias de Miguel Indurain en el Tour de Francia, una cifra que parece casi imposible de alcanzar en la política española. Igualaría la marca de Felipe González.

Como aficionado al futbol, socio del Real Madrid y del Deportivo de La Coruña, el objetivo del presidente es más modesto y más asequible, y hasta puede que lo consiga en esta Primavera. Su hat-trik no será tan rápido como los que consiguieron el inglés Tommy Ross, en 1964, y el argentino Eduardo Maglioni, en 1973, que fueron en noventa segundos, pero será mucho más importante si miramos las dificultades del largo encuentro que está disputando desde las elecciones de 2015.

Y como practicante asiduo de la marcha comprobará satisfecho, si consigue su objetivo, que los recorridos por el campo a buen ritmo y con compañía cambiante pero leal le han proporcionado la resistencia, la paciencia, la astucia y la ironía de la que carecen sus adversarios, que pueden que sean más jóvenes, más inteligentes y que hablen mejor el inglés, pero se cansan antes, no son tan correosos, ni tienen la experiencia de las carreras con muchas etapas de montaña o las temporadas de futbol con tres competiciones.

Su hat-trik lo persigue con ahínco, como buen depredador político que es: conseguir terminar la actual Legislatura en 2020 sin elecciones anticipadas; conseguir la probación de los Presupuestos Generales de este año; y conseguir que en Cataluña exista un gobierno constitucional, sin Puigdemont.

Para el gol legislativo tendrá que esperar un mínimo de dos años, pero ahí está el andariego registrador de la propiedad dispuesto a batir records, como sería llegar a la edad de jubilación en 2020 y no dejar el trabajo hasta que los setenta le soplen en el oído. Por ambición que no quede. Con los Presupuestos lo tiene más fácil: se los ha trabajado con Albert Rivera e Iñigo Urkullu, que le hacen el papel que ha asumido Diego Costa en el Atlético de Madrid y que no es otro que “romper” a los rivales; y se siente seguro en la defensa con ese Sergio Ramos de los dineros públicos que es Cristobal Montoro.

Le queda la cuestión catalana, el gol más complicado, el que ha necesitado más jugadas y más imaginación; incluso con recursos a un árbitro “casero” como el juez del Supremo Pablo Llarena, encargado de aplicar el Reglamento al pie de la letra y administrando las tarjetas rojas y amarillas con singular habilidad.

Si Rajoy consigue su triplete, los que dentro del PP llevan meses pidiendo por debajo de la mesa su retirada, se convertirán de nuevo en sus fervorosos defensores. Y en el exterior del PP - con la sorpresa del sucesor de Luís de Guindos como guinda del pastel - sus adversarios tendrán que empezar a hablar de los problemas reales y diarios de todos los españoles. Eso esperan los cuarenta millones de ciudadanos que viven fuera de las cuatro provincias catalanas. Y seguramente los siete millones y medio que viven dentro de las mismas. Con Sánchez o Turull al frente la nueva Generalitat tiene que empezar a gobernar el día a día y afrontar los problemas de sus habitantes, sean o no independentistas, voten o no a los partidos que apoyaban y apoyan al Ejecutivo heredero de Puigdemont.