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Urkullu se pone bajo el paraguas de Puigdemont
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Urkullu se pone bajo el paraguas de Puigdemont

jueves 08 de febrero de 2018, 09:59h
Detrás de palabras como fracaso, delirante, payaso, y el largo etcétera que desde el gobierno y el partido que le apoya dedican a Puigdemont y los suyos, y la estrategia que están llevando desde Bruselas se esconde una realidad muy distinta. El ex presidente catalán no quiere, ni puede marcharse sin más, ni puede, ni quiere resignarse al olvido con otro presidente al frente de la Generalitat y él convertido en un exiliado de lujo, pero exiliado al fín y al cabo.

Para lograr mantenerse con vida en esto de la política y sabiendo que si vuelve a España será detenido y que el gobierno del estado no dejará que se convierta otra vez en presidente bajo ningún subterfugio, está ideando el más difícil todavía, el tres por uno: él, al frente de un Consejo consultivo en Bruselas, que sería ejecutivo a través de otro Consejo en Barcelona, que a su vez sería el encargado de gobernar con un “ presidente” que sería una especie de consejero delegado, sin más poder real que cubrir las apariencias legales y, de hecho, seguir al pie de la letra las directrices que llegaran desde la capital comunitaria.

El plan, de tan alambicado que es, puede que hasta le funcionara si el estado permaneciera estancado y sin reacción. Por de pronto y en paralelo a lo que decidan los jueces, el gobierno tiene instrumentos para impedir la prolongación del juego del absurdo en el que se ha instalado lo que se inició con una crisis política y puede terminar con una representación teatral en tres escenarios. Uno de ellos es buscar la anulación del acta de parlamentario autonómico de Puigdemont. Parece que es posible dado que no ha jurado, ni prometido la Constitución, aunque fuera por imposición legal. El informe jurídico está en la mesa de Mariano Rajoy, otra cosa es que se aventure a incorporarlo a nivel legal en los tribunales.

Otra de las posibilidades es la negociación en la sombra, esa forma de solucionar problemas que ya se ha puesto en marcha y que llevaría al expresidente dentro de un año y medio al Parlamento europeo. Sobre la base de que en junio de 2019 no se habrá celebrado el juicio por los sucesos de 2017, podrá ser elegible y, si obtiene el acta para sentarse en Estrasburgo, pasará a depender de Europa, con un recorrido de cinco años y una casi segura inmunidad, incluso para poder viajar a España.

En este barrizal en el que se encuentra la política española en general y la autonómica en particular, el lendakari vasco y su partido, el PNV, han decidido que los dineros logrados para que apoyaran los Presupuestos Generales del Estado no es bastante. Urkullu quiere la bolsa y un nuevo Estatuto que reconozca la capacidad de decidir para Euskadi, o lo que es lo mismo: que los ciudadanos de las tres provincias puedan elegir en referendum legal si quieren o no seguir formando parte de España.

La crisis de Cataluña y el largo recorrido de Puigdemont, Junqueras y el resto de compañeros de viaje ha conformado un paraguas político de tal tamaño que puede acoger bajo su sombra a más de una autonomía y a más de una región, no solamente española. Para botón, una muestra: el presidente francés ya está negociando con los corsos una “diferenciación” dentro de la centralista República gala.

Durante el mes de agosto y hasta el verano, las tensiones políticas se van a multiplicar: en el propio terreno de los partidos, en los juzgados y en las finanzas. Demasiados jugadores están entrando en el terreno de juego con demasiados intereses personales, sectoriales y estratégicos. Sería y será un gran espectáculo con un enorme inconveniente: está en juego el futuro de 45 millones de españoles. Todos nosotros.