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Hacia una nueva superpotencia

iércoles 18 de octubre, el Partido Comunista Chino abre las puertas a su XIX Congreso, el que determinará el liderazgo y las prioridades políticas de los cinco próximos años. Bajo el epígrafe “El hombre más poderoso del mundo”, titula The Economist su editorial dedicada al Presidente chino diciendo: “No espere que Mr. Xi, cambie China o el mundo, para mejor”. Haciendo caso omiso a las promesas efectuadas en la última cumbre de Davos, donde el líder chino prometió a la élite mundial ser un campeón de la globalización, del libre comercio y del respeto al acuerdo de París sobre el cambio climático, la publicación británica no duda en mostrar su desconfianza basada en el temor a lo que ya se apunta como un fuerte incremento de su presencia militar en el exterior, así como a la disposición aparente de llevar a cabo fuertes inversiones en infraestructuras en el exterior con vistas a construir corredores que emulando a la Ruta de la Seda, conecten China a través de Asia con Europa. En suma, lo que ha sido objeto de los analistas políticos en los últimos meses, que han evaluado que este Congreso quinquenal marcará el punto de inflexión en la política china, que pasará de tener su foco en la situación interna, para fijar las bases de una nueva política exterior con vocación de superpotencia, justo en el instante en el que EE.UU., de mano de su actual Presidente, se encuentra en retirada de su tradicional activismo mundial.

Si la historia sirve de guía, se anuncian meses de mercado bajista en China tras el XIX Congreso del PCCh

Calificado como un líder visionario, pero autoritario, los expertos en el país consideran que el mandatario chino se aleja de la línea reformista de anteriores líderes y pretende consolidar el poder del Partido, determinado a evitar el tipo de autocrítica que en su opinión fue el germen que llevó a la desintegración de la URSS. Sin embargo, se vislumbran vientos de cambio en el frente económico con potencial de afectar a los mercados. Tras años de fuerte crecimiento basado en la demanda externa, estimulado por políticas monetarias expansivas que han disparado la deuda desde niveles equivalentes al 150% del PIB en 2008 hasta el 260% actual, se espera que en este segundo mandato, se ponga el foco en la estabilidad financiera a largo plazo, lo que hace temer el final de las políticas expansivas y con ello, la moderación del crecimiento y quizá, la posibilidad de que al finalizar el Congreso, los mercados reaccionen a anuncios de reducción de políticas de estímulo con ventas capaces de desatar una tormenta bursátil, el desplome de algunas materias primas, la ampliación de los diferenciales de crédito o un importante incremento de volatilidad en los mercados de divisas. Desde una postura menos emocional, cabe recordar el enorme saldo de reservas que ha acumulado en los últimos años, así como la escasa proporción que representa la deuda exterior en el conjunto de su deuda, lo que da a las autoridades un considerable control sobre las posibles consecuencias desfavorables de una política de crecimiento más moderado dirigida a reconducir los excesos de crédito de los últimos años. No obstante, por si las dudas, su visión económica se basa en un fuerte capitalismo de Estado con grandes conglomerados industriales en sectores estratégicos como defensa, finanzas, petróleo o telecomunicaciones que seguirán creciendo y ampliando su influencia bajo control estatal, tratando de integrarse cada vez más en la economía global.

El yuan, que recibía en 2016 el respaldo mundial al ser incluido en la cesta de los Derechos Especiales de Giro, registra, en un año caracterizado por la debilidad del dólar una fuerte apreciación este año, que probablemente deje paso a una evolución más débil en vuelta hacia los 6.70/7.00 con el paso de los meses y una vez se ponga de manifiesto la voluntad de moderar y reequilibrar el crecimiento.