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El dios de la lluvia llora sobre el Calderón
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El dios de la lluvia llora sobre el Calderón

Ayer los dueños del Manzanares y sus sueños vivieron quince minutos subidos a la esperanza de, por fin, dejar en la estacada a los parientes ricos del territorio de los gatos. Con una cuarta parte de su presupuesto Enrique Cerezo, Miguel Ángel Gil y el Cholo Simeone vieron como los once jugadores que querían cambiar la historia y que la gesta de Cortés ante el imperio azteca desapareciera de los libros de historia, sumaban dos goles mientras el cielo se convertía en un bosque de acero.
Madrid en el universo del futbol es como la capital de Hungría. Una y otra tienen dos almas pero solo aquella lo ha trasladado a su nombre. Buda y Pest conviven desde los tiempos del Imperio, al igual que lo hacen el Real Madrid y el Atlético desde hace un siglo. En ambos casos se trata de visiones diferentes de la vida, dos formas de sentir y hasta de entregar pasiones personales a un estandarte. Lástima que en la Real Villa no tengamos a un narrador como Laszlo Passuth, capaz de narrar la llegada con victoria de Hernán Cortés a Méjico.

Sufría el emperador del futbol mundial, que veía como los presagios que miraban los templos del Tenochtitlán erigido sobre la rivera del rio que aspira a ser rio sin conseguirlo, podían tragarse a sus " hombres blancos". Florentino Pérez miraba a Zinedine Zidane y éste a sus arcabuceros. Y ocurrió que, acorralados, de la misma forma que les ocurrió en 1519 a los españoles que llegaron al golfo de Méjico, Modric, Isco, Benzema, Ramos y compañía decidieron que la diferencia entre la gloria de jugar una nueva final europea y el olvido amargo de la derrota estaba en sus mentes tanto como en sus piernas.

Pudieron los rojiblancos, pudieron pero no lo hicieron, como tantas otras veces en los que la moneda de los destinos cae casi siempre del lado que no es el suyo. Llegaba el árbitro turco con fama de "madridista". Injusta sobre lo que ocurrió en el estadio que se dispone a decir adiós. Çakir Cünet enseño sus tarjetas amarillas y amainaron las armas cortantes de las defensas. Luego vino la fantasía de un francés que bordó el futbol: se colocó en la línea de fondo, a unos veinte metros de la portería de Oblack, dejó que le rodearán Godin y dos de sus mejores ayudantes, y se escapó de la trampa, centró atrás y el alemán Kroos soltó un misil. Sonaba a gol pero al mérito de la parada le siguió el oportunismo de un malagueño.

El regreso al campo de batalla venía con un reloj que marcaba los 45 minutos. Se trataba para unos de atacar y para otros de resistir. Se cambiaron mucho los papeles en ese tiempo. Funcionaron mejor los cambios en los rojiblancos que en los blancos pero había que llorar, el cielo quería llorar para despedirse de Europa. Viento y agua para llevar la historia a Cardiff, agua y viento para que no se viesen las lágrimas de los que no se cansan de soñar.

Por eso esta crónica no habla de futbol, ni de resultados, ni de tácticas de entrenadores. Hoy quería hacer un homenaje a aquellos que batallaron por escribir sus propia historia. Perdió Moctezuma y ganó Cortes. La historia la escriben los que ganan. La final europea es la que quería la UEFA, es la que más dinero podía mover y lo va a hacer. La "Vieja Señora" italiana de Buffon, Dyvala e Higuaín espera a Keylor Navas, Cristiano y Modric. Puede que el dios de la lluvia se marche en silencio hasta La Peineta.