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El Rey y la corista
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El Rey y la corista

jueves 26 de enero de 2017, 11:39h
Ni María García García es Marilyn Monroe, ni Juan Carlos es Laurence Olivier. Ni, lo más importante España es Carpacia, aquel reino al que intentaron llevar por amor a la corista londinenses tras un beso y una noche de alcohol y conspiraciones palaciegas

Al Rey emérito le han sacado a pasear la entrepierna de la que hacía uso abundante hace veinte años. La historia de la vedette y el soberano sería de cine si no fuera por la imposibilidad - hasta ahora - de llevarla a la gran pantalla en nuestro país. Ni María García García es Marilyn Monroe, ni Juan Carlos es Laurence Olivier. Ni, lo más importante España es Carpacia, aquel reino al que intentaron llevar por amor a la corista londinenses tras un beso y una noche de alcohol y conspiraciones palaciegas.

Hace 60 años que se rodó la película por la que la rubia eterna en la memoria de varias generaciones logró uno de los pocos premios dados a su talento y no a su físico, el David di Donatello. En la ficción de Hollywood había amor, justo todo lo contrario de lo que ocurrió en nuestra historia real. Si alguna televisión se atreve con un clásico del género de comedia musical y nostálgica podremos ver esas diferencias. Una sugerencia que dejo a los programadores, sobre todo a los de Tele 5 que son los que más han acogido en sus programas el revival de Barbara.

Todo lo que se ha contado en estos dias ya estaba contado: lo habían hecho los amigos del Rey en privado, lo habían hecho las amigas de la corista más en público. Y tras salir de la Casa lo había hecho el general Fernández Campos. Sabíamos del asalto a la casa de la actriz circense, sabíamos de sus cobros en pesetas a cambio de sus silencios. Habíamos oído hablar de videos, de cuentas, de fotos, de dineros pagados a través de cadenas de televisión, tanto nacionales como autonómicas...sabíamos todo menos los números de cuentas bancarias en Luxemburgo.

La historia cinematográfica era amable y sin sexo. Su traslado a la España de los años ochenta y noventa del siglo pasado tuvo mucho sexo y terminó sin amabilidad. Con dinero, que siempre se quedaba corto por culpa del juego, pero sin ninguna épica. Grabaciones realizadas en chalets de espías, algo de lo que hemos tenido una versión aún más cutre con el "Pequeño Nicolás" en este siglo XXI.

La dos grandes preguntas que no tienen respuesta única, pero sí aproximaciones son éstas: ¿por qué se vuelve a contar esta historia cuando no había ningún elemento o noticia que de forma directa reactivara la memoria de Manuel Cerdán y Eduardo Inda?. Y ¿ a quién se hace daño al contarla de nuevo y poner a los servicios secretos como una parte coral de la comedia de enredo, que en definitiva es lo que fue?.

Si descartamos lo que parece menos probable, al final nos aparecerá lo más posible. Empecemos:

  • La historia no le hace ningún bien a Barbara Rey, que aparece como una mujer dispuesta a todo por asegurarse un futuro a cambio de una relación de claro tinte sexual.
  • La historia no le hace ningún bien al antiguo Cesid y sus responsables que fueron incapaces de mantener la privacidad de los encuentros en una casa que controlaban por completo.
  • La historia no le hace ningún bien a la Monarquía actual pero sobre todo a quien perjudica es al Rey Juan Carlos, del que se da una imagen de crapuleo y soberbia que viene a recordar otros ejemplos más recientes como los de la falsa princesa Corinna.
  • Si todos los anteriores son argumentos en negativo, quedan los positivos que circulan por la Villa y Corte:
  • El Gobierno lo lanza para "tapar" en parte las comparecencias en el juicio de Gurtel. Es poco consistente y sí muy manido, pero aceptemos que pudiera tener una pequeña parte de realidad
  • En la dura competencia de los medios de comunicación el director de OK diario busca aumentar su audiencia y pone en marcha la publicación de una historia real y Real que le asegurará la presencia en varios programas de televisión, el aumento del periódico en las redes sociales y el convertirse - por si no lo fuera bastante - en el "niño malo" del periodismo.
  • Existe un hecho, una intención, un objetivo que no conocemos. Ha pasado algo que no ha trascendido a la opinión pública y que explicaría de forma contundente la reactivación de la historia. ¡Ojalá nos enteremos¡

Cada uno puede elegir la versión que más le cuadre o crea que más se ajuste a la realidad de esta España nuestra.